domingo, 3 de junio de 2012

Confesiones (02)

Son como las siete de la mañana de un domingo de junio. Tengo a la Pupita al lado mío en la cama, todavía no amanece afuera.

Si no fuera por el cajón de cerveza que uso de mesita de luz mi hija estaría desparramada en el piso. La salvó mi capacidad cirujeril de conservar cacharros varios. Y mi vieja que lo quería sacar. O peor aún, lo quería vender. La seguridad de un hijo no tiene precio.



3 comentarios:

pero che, q tarde llego a tu nuevo blog! felicidades!!

Qué grande la niña con el joystick en la mano.

Besos.

Tomás: Más vale tarde que nunca. Gracias don!

César: Digna hija mía. Nació con un puerto usb atrás de la oreja.

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