jueves, 31 de mayo de 2012

De aquellos malos hábitos me he acostumbrado yo (confesiones 01)

Me acuerdo que alguna vez dije que no usaba cartera ni bolso. Y sigue siendo así, exceptuando alguna que otra vez donde suele ser necesario. Los bolsos o las carteras son accesorios formales. Una no puede ir a ciertos lugares sin un bolsito lindo o una carterita coquetona. Son esos los momentos en los que yo, con mi vieja mochila de Dimmu Borgir no pegamos. A veces hay que resignarse y cooperar. Ejemplo: No podés ir a buscar trabajo así.

También se aplica en cierto modo a la maternidad. Cuando sos madre está bien visto que andes con los chirimbolos del humanito en un bolsito lleno de dibujitos tiernos de animales y en tonos pastel. Vas entonces con un cochecito, el bebé durmiendo con el chupete y los cachetes rosados, las miles de mantitas tejidas en punto arroz y el bolso, en mi caso rosa. 

Pero así como una vez dije que no me llevo bien con los bolsos ni las carteras, eso no cambió. El bolso rosa se declaró desde aquel 11 de septiembre -Oh bella hija, que haz nacido en una fecha tan épica para el mundo como para mis entrañas. Todos recordaremos esa fecha como un atentado terrorista, mis ovarios y el mundo, claro que si- como mi enemigo público. Se propuso a resvalarse de mi hombro lentamente ante cualquier tipo de suave movimiento rítmico necesario para trasladarme. He allí que ir a cualquier lado con la Pupita a upa y el bolso se tornaba una tarea extremadamente difícil. Imaginen sino la escena siguiente:

Subir a un colectivo. Primero: Los colectiveros no te quieren llevar con el cochecito armado, por más que el cochecito sea de los chiquitos (los tipo paraguas) y por más que les expliques que la piba se acaba de dormir y si la despertás va a llorar. Así que una tiene que agarrar a la piba dormida con la mayor delicadeza del mundo, acomodarse bien el bolso, sostener a la bebé con un brazo, acomodarse el bolso, doblar el coche-paragüita, acomodarse el bolso, acomodar a la piba, acomodar el coche-paraguas, acomodarse el bolso, pedir permiso, poner las monedas, acomodar el bolso, acomodar a la bebé, acomodar el bolso, alguien se choca con tu bolso, acomodar el bolso, esquivar el bulto de un viejo, acomodar el bolso, pedir un asiento, acomodar el bolso...

Tras de eso, en esos bolsos para bebés no entran demasiadas cosas. No entran ni la mitad de todas las cosas que son necesarias. 

Redondeando, y sólo porque tengo sueño: Odio los bolsos. Así que mandé al carajo el asunto "queda bien visto" y cuando el bolso rosa se rompió lo reemplacé por una mochila de Rammstein. Entran la misma cantidad de cosas, no se resvala y no caretea. Soy una madre que no deja caer las cosas de su hija desde el hombro. 

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P.D: ¿La conocen?

7 comentarios:

Mirala a la otra, se cambia de blog y no avisa u.u
mira eh??? ¬¬
Yo me terminé adaptando a los bolsos, pero volvi a usar mochilas, no las de bandas, sino las otras, las "deportivas" son mas grandes, entran mas cosas XD

Si, son cómodas también. Pero una como la gente sale 140 mangos. Y la de Rammstein costó 45. Sumando eso y que la piba gasta un mínimo de 120 pañales al mes te puedo asegurar que mejor sigo a media comodidad de distancia.

PD: Aguante la mochila!!!!!!!!! Un clásico!

La conclusión es que sos una de esas madres que son muy grosas, no que no te gustan los bolsos. Bah, para mi (?)

Besos.

Tati Pon y su Flequillo: Comodidad clásica y anticareta. Claro que si!

César: Lo tomo como un cumplido.

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