jueves, 15 de enero de 2015

23:32 - 2 comments

El Salto Bungee Social

Ayer vi en un grupo de facebook de un boliche una publicación que me dejó pensando un poco. Un miembro nuevo pedía que, cuando llegara al boliche, le hablaran porque no quería sentir "que no conocía a nadie". 

Me quedé entonces recalculando lo que eran mis salidas. En mi caso particular, siendo de Ezeiza me iba a la loma del orto. Terminaba en Requiem, Gothic BA, Teatro de Arlequines, Alterna. Etc. Me gustaba irme lejos porque los boliches cercanos no pasaban música que me gustara. A su vez, siempre me iba a lugares distintos. No salía siempre así que no podía hacerme de amigos que frecuentaran el lugar. Cáda salida tenía ese momento de adrenalina que era tener que entrar y afrontar que ahí, en la oscuridad y el ruido, eran todos desconocidos para mi. Eran papeles en blanco, películas en vhs con la cinta a la izquierda. Todos los que estaban ahí, hombres, mujeres, travestis, enanos, todos eran un misterio para mi. Y eso era algo que a mi me fascinaba.

Llegaba entonces al boliche y tenía dos opciones. Quedarme ahí en un rincón sola tomando con pajita gancia con sprite o bien rejuntar coraje y carisma, que escaseaba muchísimo más que ahora, y animarme a conocer gente. Conocí personas muy interesantes y muy pelotudas. Todavía me acuerdo de Alexander, que me susurró al oído "Mi nombre es Alexander y tengo tres mil quinientos años". Conocí gente gansa, gente buena, gente mala, gente divertida, amigos que hoy sigo teniendo, giles de los que me burlo. Todo empezó con una charla a alguien que estaba ahí, perdido como yo. 

Cuando me acuerdo de aquella sensación de entrar al boliche con extraños me entra un escalofrío por la nuca. Una sensación magnífica de adrenalina y nerviosismo. Es un bajón, si. Pero un bajón que se vive y no duele. Un salto bungee social.

Básicamente lo que esta persona pide en esa publicación es ahorrarse ese salto. ¿Para qué? ¿Por qué? Si la sangre que tenemos en las venas se nos enfría a la altura de las manos y las piernas y se calienta en el pecho con un simple ritual humano que es ir a conversar con otro ser humano. ¿Por qué perderse de vivir algo tan simple y tan bonito?

No seamos boludos. Respiremos.